domingo, 4 de julio de 2010

EL CUENTACUENTOS

EL JUGLARCITO
Hace muchísimo tiempo en un reino muy lejano vivió un labrador con su familia; él en su juventud había sido músico en el castillo donde conoció a su bella esposa que era doncella de la reina, se casaron y tuvieron un hermoso niño. El rey les regaló un extenso terreno en un hermoso valle, donde vivieron felices por más de diez años; pero, su joven esposa enfermó gravemente y aún con los cuidados de su esposo falleció. El labrador con una gran pena en el alma solo encontraba consuelo en su viejo violín que tocaba en la soledad del campo, hasta el día en que decidió dedicar ese tiempo en ayudar a su hijo. Sabía que su pequeño había nacido con un precioso don, su oído. Le aconsejó que la música era el mejor remedio para cualquier enfermedad y le prometió que un día lo llevaría donde su maestro para que terminara su labor y le cantaba esta bonita canción.>--
“Ven mi niño querido,
no quiero verte llorar,
seca esas tristes gotitas
que bajan a tu cara perlar.
Piensa siempre, que eres mi hijo,
nunca creas, que nada podrás,
Mira esas lejanas estrellas;
que algún día tu las alcanzaras”--

Eran tiempos en que no había escuelas, la educación era impartida en templos y los padres que no tenían esa posibilidad colocaban a sus hijos en talleres para que aprendieran algunos oficios, como orfebres, pintores, artesanos o músicos. Pedro tenía otro propósito para el destino de su hijo, por eso pasó muchos años enseñándole la ejecución del violín, hasta que decidió llevarlo a la tutoría del director de la orquesta real. El maestro después de la sorpresa de verlo, preguntó el motivo de la visita. Pedro muy nervioso le presentó a su hijo comentando que tocaba muy bien el violín, que tenía una preciosa voz y que sería un buen componente de la orquesta real. El maestro lamentó no tener puesto disponible para el muchachito, pero le pidió que lo dejara al servicio real.
Juan fue llevado a servir a la mesa principal, el matrimonio real de inmediato se fijó en él; también no le fue indiferente a la princesita que no dejó de mirarle. El nuevo sirviente realizaba sus tareas en silencio, sonriente, con mucha actitud. Pero quién no miró con buenos ojos la popularidad de su ayudante fue el mayordomo, que desde ese momento le mandó a vigilar, empezó a agregarle tareas mas sucias y reprocharle duramente por cada uno de sus pequeños errores.
Un día Juan encontró por casualidad la sala de los instrumentos y desde aquel día se quedaba a tocar ese hermoso violín al final de su jornada diaria.Todos los habitantes del castillo esperaban la misteriosa serenata al atardecer, también la princesita se quedaba en su ventana.
Un día, el mayordomo informado por sus espías de los pasos del nuevo sirviente, muy enojado fue a la sala llevándole violentamente donde el maestre de sala.
---¡He encontrado a este ladronzuelo robando un violín, señor! ¡Es un ladrón y debeis expulsadlo!— Advirtió enojado el mayordomo. El maestre que le tenía una gran simpatía al pequeño y no estaba de acuerdo con el trato del mayordomo a este incidente que con actitud agresiva acusaba al niño. Mientras el pequeño replicaba.”¡No señor, no soy un ladrón! El músico con mucha paciencia pidió que se le diera una nueva oportunidad. Después de una larga discusión el maestre cedió ante la insólita acusación del mayordomo, pero antes pidió conciliador que se le diera una compensación de diez monedas de oro por los servicios prestados.
El mayordomo refunfuñando llevó a la puerta de servicio al aprendiz. “¡Mire que diez monedas por servicios prestados! ¿Qué servicios prestados?
¡¡ Yo no soy un ladrón!!--- gritaba el muchacho
--- ¡¡Cállate!! ¡Ya me he desecho de ti, ladronzuelo, ahora espero no volver a ver tu cara por aquí!
--- ¿Pero y las monedas de mi sueldo?--- Reclamó el mozuelo.
--- ¡Aquí teneis estas dos monedas las que no te mereceis!- Lanzándole con desprecio dos monedas de oro al suelo. El adolescente muy afligido se alejó del castillo llorando. Caminó sin rumbo por las calles mirando el comercio y la variedad de talleres que había en la ciudad, hasta descubrir un lutier que confeccionaba un violín. El artesano al ver la admiración del niño le pasó el instrumento.
--- ¿Qué pasa muchacho, la sabes tocar? Al que el muchachito tocó magistralmente.
--- ¿De dónde ereis muchacho, ya que yo no te había visto antes?
--- De una tierra lejana, milord
--- Teneis un gran talento en tus manos, eres un buen músico, no lo desperdiceis, sigue cultivándolo--- acotó el artesano. El niño agradeció el halago. Luego preguntó ----“¿Son muy caros estos instrumentos, señor? Mostrándole sus dos reluciente monedas de oro en la plama de su pequeña mano. El hombre contesto que hacían falta más monedas para pagar ese fino artilugio. El niño muy triste, desilusionado y cabizbajo prosiguió su camino, mientras el hombre admirado le hizo volver.--- “¡Muchacho, vuelve, el violín es tuyo, ya le he bajado el precio, te hará falta para cultivar ese talento que teneis y para que te ganeis la vida!”--- le dio el instrumento que el chiquillo agradeció efusivamente.
Juan muy contento se dirigió a sentarse en la pileta de las flores, donde la gente solía reunirse o ir a beber agua. Allí muy emocionado se puso a tocar, sin notar que la gente se iba congregando a su alrededor; al final, al escuchar los aplausos y el sonido de las monedas que caían a sus pies vino a darse cuenta del valor de lo que tenía en sus manos. Ya no volvería a su casa derrotado; ahora quería mostrar su talento, viajar, presentarse en otros pueblos.
Un tiempo después en el palacio, una extraña enfermedad había atacado a la princesa, quien permanecía llorando en su recamara con su mirada clavada en la ventana. El rey muy afligido llamó a los mejores médicos del reino, pero todos tenían la misma respuesta, no había cura para tan extraña enfermedad. Llegaron astrólogos, curanderos y adivinos, pero nada lograron; la princesita se moría. El rey hizo un desesperado llamado para salvar a su hija y ofreció una importante recompensa a quien tuviera el remedio para su enfermedad. Pero cansado de tanta superchería dicto una ley, que quien viniera a mentir se le cortaría la cabeza. Así los heraldos del rey fueron divulgando la noticia a través del reino.
El Juglarcito después haber viajado mucho tiempo, en la plaza de una alejada ciudad escuchó de un heraldo real la triste noticia de la enfermedad de la princesita y del urgente llamado del rey, le dolió profundamente; pero, el recuerdo de la mala experiencia de su paso por el palacio le hizo vacilar. Solo el recuerdo de las palabras de su padre le hizo meditar: “Recuerda, la música es el remedio para cualquier enfermedad”. Con el dolor de su corazón dio marcha atrás y viajó al palacio.
Después de una caminata de seis días llegó frente al castillo. El guardia le gritó desde la torre.
--- ¿Quién va?
--- ¡¡Juan, el juglar!!
--- ¿Juan, el juglar? ¿Y a que venís?--- replicó burlón el guardia
--- ¡Traigo el remedio para la princesa!
--- ¡Ja, ja, ja, Remedio para la princesa! ¡Ya son muchos los locos que han venido con la misma cantinela!--- Gritó desde lo alto. Luego se abrió la gran puerta, los sirvientes salieron a saludarle a su paso y detrás de ellos salió el mayordomo.
--- ¿A qué venís ladronzuelo, no te dije que no quería verte más?--- Advirtió prepotente.
--- Traigo el remedio para la princesa--- contestó sereno el trovador.
--- ¡Otro más! Yo creo que esto te va a enseñar, cuando te corten la cabeza--- agregó burlón.
Un guardia aconsejado por el mayordomo llevó a Juan a una sala de espera donde debió permanecer largo tiempo; aburrido, en un momento tomó su violín y se puso a tocar una bella melodía. Fue tan bello que todo el mundo salió de sus habitaciones a escuchar la melodía fantasma. La princesa que yacía enferma en su recamara se levantó de inmediato al escuchar ese sonido maravilloso y fue al salón, donde se quedó extasiada viendo la ejecución del misterioso juglar. El rey y la reina fueron también testigos del milagro.
El rey no paraba de agradecer al pequeño músico, mientras le preguntaba, que quien era, de donde venía.
-- ¡Juan, un antiguo criado de palacio, hijo de Pedro el músico majestad!— Explicó el niño nervioso.
--- ¡Gracias, muchas gracias! ¿Qué queréis mancebo que te dé como recompensa?--- Pregunto el monarca. Pero el juglar contesto que nada, "solo servir a su majestad de la mejor forma que sabía". “Muchacho, acércate ¿Dijisteis que fuisteis un criado?--- Interrogó el monarca.
--- Si majestad. En eso llegó presuroso el maestre de sala.
--- Majestad, Majestad, él es hijo de Pedro el antiguo músico, el lo trajo un día a mi cuidado, pero fue acusado por el mayordomo del robo de un instrumento.
--- ¿Decidme muchacho robasteis el violín?
--- No majestad, yo entraba a esa sala solo a tocarlo, lo hacía al termino de mis tareas sin permiso por supuesto, pero el mayordomo al descubrirme me acusó sin escucharme señor…
--- Prosigue muchacho--- pidió el rey.
--- Me echó, me trató como a un vulgar ladrón a pesar de mi inocencia; luego me lanzó las dos monedas con las que compré este instrumento--- prosiguió su relato el juglar agregando pormenores de su aventura en el reino. El maestre que escuchaba intervino:
--- Majestad permitidme, el mayordomo me dijo que le había entregado las diez monedas que yo le había pedido que le diera, esto lo tengo que aclarar--- El rey indignado mandó inmediatamente llamar al mayordomo, quien muy asustado custodiado por dos guardias llegó a arrodillarse llorando frente al rey.
--- ¡Perdonadme, majestad yo, yo, yo estaba celoso del éxito del recién llegado, que había alcanzado la admiración de su majestades! ¿Porqué él y no yo, que llevaba más tiempo en el servicio? Por eso lo empecé a odiar; le empecé a dar las tareas más duras, para que se aburriera y se fuera, pero él las ejecutaba sin reclamar. Yo quería que lo echaran.
--- ¿Y qué hicisteis con las monedas?
--- ¡Las monedas las tengo guardadas!
--- Te condeno a cinco años por mentiroso, ladrón y espero que devuelvas las monedas a este muchacho!--- Sentenció el monarca. El hombre reptando se acercó a donde estaba la princesa.
--- ¡No, no majestad, ayudadme princesa, yo lo hice por amor, ya que estoy enamorado de usted desde que llegué al palacio!—gimió escandalosamente, contando así con el rechazo de la joven. El juglarcito sintió mucha lástima por su antiguo jefe, pidió clemencia y un castigo menos severo, ya que por tener la osadía de hablarle así a la princesa le pudo haber costado la vida.
Ese día hubo una gran fiesta en el palacio para celebrar ese gran acontecimiento, ya que la princesa se había sanado.
Juan tenia mucha habilidad para interpretar el violín, también una bella voz la que del primer momento cautivó a la audiencia de la fiesta. La princesa que no tuvo oídos más que para la música, aún cuando bailó con algunos invitados su mente estaba muy lejos de allí y su mirada fija en un punto del salón.
El tiempo fue pasando y todo volvió a la normalidad en el castillo; mientras el monarca cansado de sus labores diarias llamó a la princesita para saber la evolución de su salud. Pero había otra causa más poderosa, el rey había recibido la petición de la mano de su hija por el viejo príncipe del reino vecino con quien pretendia una alianza.
--- ¿Hija, cómo estaís?--- preguntó el monarca.
--- Bien padre--- musitó la princesa.
--- ¿Bien, bien. No quereis contarme algo?
--- ¿Como de que padre?
--- ¿Porqué he recibido pedidos de tu mano de príncipes de reinos vecinos y quisiera saber tu parecer?--- comentó el rey
--- Padre, tú conoceis mi respuesta. ¿Tu no seriais capaz de hacerme infeliz?--- Protestó desesperada la princesa.
--- No, no, por supuesto que no hija, respetaré tú decisión. Pero hija, tu sabes que ya soy un hombre cansado y me gustaría tener alguien de confianza a quién delegar tareas y que mejor que tu esposo--- confesó.
--- Tus ereis un ángel de sabiduría padre, solo pido tiempo--- Luego se prendió de su cuello y le estampó un beso en la mejilla.
--- ¿Puedo saber el nombre de tu enamorado, entonces? Preguntó mientras la princesa salía.
El trovador recibió ese día un extraño llamado a una entrevista con el rey.
--- ¿Alguna novedad trovador?
--- No ninguna majestad, solo que sería completa mi felicidad, si, si estuviera mi padre a mi lado--- confidenció el joven.
--- Concedido, yo me he tomado la libertad y ya le traen a palacio. ¿Nada más maestre?--- preguntó.
--- Nada más majestad—contestó mientras se retiraba vio la inconfundible figura de su padre que venía a abrazarle. Tenía tantos deseos de contarle sobre sus aventuras y logros.
Años más tarde el rey aburrido de la dilatación de una respuesta de parte de la princesita, un día decidió reunir a sus consejeros para buscar la mejor idea para apurar esa decisión; aunque, el había dado su palabra, pero no estaba demás un empujoncito. Así que llamó a su secretario personal e idearon hacer una fiesta.
Al otro día, en el salón principal, habían llegado varios misteriosos invitados. La princesa muy nerviosa corrió hacía su padre.
--- Recuerda que tú me hicisteis una promesa, me lo prometisteis padre, no creo que vayas a hacer algún arreglo--- reclamó la princesa.
--- Espera hija, espera--- reclamó el rey, cuando ella corría fuera del salón. Dio la orden para que empezara la fiesta, mas el joven juglar estaba ausente. Miró a sus consejeros y ordenó buscarlo.
Mientras afuera del salón el joven músico conversaba con la princesa.
--- Decidle a mi padre que no haga arreglos con ningún príncipe, ya que yo no les amo. Ayudadme ¿Acaso tu me puedes entender lo que es estar enamorado? ¿Te has enamorado alguna vez?--- gimió un poco molesta la princesa.
--- Si majestad, yo por primera vez estoy enamorado y entiendo tu problema, ¿pero me escuchará el rey?…
--- Si, ya que gracias a ti ya no hay enfermedad--- agregó la joven. Mientras un poco sorprendida y molesta le pidió aclarar lo dicho al juglar.
--- No, pero le diré majestad, que ella es la mujer más bella que pisa la tierra, que donde pisan sus pies solo crecen rosas bellas--- habló con tanta devoción que la princesa enojada llorando se fue a su dormitorio.
Un guardia llevó de vuelta al músico al salón, que muy preocupado empezaba a tocar, la más bella y triste tonada. En un momento se silenció la música y el juglarcito se acercó donde el rey.
--- ¿Permitidme majestad?
--- ¿Que pasa trovador?
--- Majestad, la princesa se siente muy mal ya que la queréis obligar a que acepte a un desconocido, sin amar a ninguno de ellos--- agregó nervioso.
--- ¿Y cómo lo sabeis tú? ¿Acaso te dijo a ti de quién está enamorada?
--- No, majestad…
--- ¿Y tu, trovador?--- volvió a preguntar el rey
--- Majestad, quiero confesarle que por primera vez estoy enamorado…
--- ¿Dadme el nombre de esa mujer?
--- Majestad, ella es la mujer más maravillosa que pisa la tierra--- habló con mucha solemnidad.
--- Decídmelo hombre...
--- Es que no puedo Señor, como caballero no debo hacer esto...
--- ¿Si es una orden de tu rey?
--- Bueno, perdonadme majestad es, es una insolencia de mi parte que siendo un humilde plebeyo, hijo de un labrador y músico, pero, tengo que confesarle que amo a la princesa María, aunque ya no valga la pena--- admitió el juglarcillo. El rostro del rey cambió y con tono grave ordenó.
--- Mirad, ve a buscar a la princesa y luego hablaremos.
Mientras la princesa yacía sobre su cama llorando cuando escucho el llamado a la puerta. Se limpió las lágrimas y se enderezó.
--- ¿Quién?
--- Juan, el juglar...
--- Pasad buen Juan...El joven le comentó que el rey requería su presencia, pero ella se negaba dando una escusa de no sentirse bien. Juan replico “Princesa, le he dicho lo que me explicasteis y me dijo que no le obligara a nada.--- La princesa se levantó y se fueron al salón.
--- ¿Tu me dijisteis que estabais enamorado trovador y como se llama la palurda esa?--- Habló con tono de enojo.
--- ¡María!
--- ¿Como Igual que yo?
--- ¿Debe ser muy bonita?
--- Si, la más bonita de la tierra…
--- Que feliz estará ella al saber que UD la quiere...
--- No, no lo sabe aún, a lo mejor será otro el elegido de su corazón…
--- Entonces, vaya y dígaselo que pierde… El muchacho puso rodilla en tierra.
--- Princesa María, no tendré que ir lejos, perdone mi insolencia, pero no aguanto más, usted, usted es la elegida de mi corazón--- La cara de la princesa se iluminó de alegría y olvidando todo protocolo se lanzó a los brazos del maestre Juan en medio del salón.
En ese momento el maestre hacía un anuncio real.
---“Por orden de su majestad el rey... se nombra a Juan el juglar como el nuevo Maestre real, ya que yo vuestro director se jubila”. Después del anuncio real vinieron las felicitaciones. El joven emocionado se acercó a agradecerle al rey.
--- Majestad, yo, yo...--- balbuceaba el juglarcillo.
--- Tu has sido muy importante dentro de la armonía de este reino muchacho, por eso te pido que busques un reemplazante dentro de los músicos, ya que tendreis tareas más importantes mi querido “Conde”--- El juglar se quedó paralizado de emoción.
El día de la investidura todo el castillo estaba totalmente engalanado, la familia real imponente, la Princesa radiante junto a quién sería investido Conde y todo el mundo quería ver a la nueva pareja y al momento de quedar sellado el edicto real.
---- Conde mis felicitaciones, bienvenido a la familia real--- los abrazos que sellaron la ley.
--- Gracias majestad...--- Quiso articular palabras pero el rey se lo impidió nuevamente
--- ¡Preparad los esponsales, ya es hora que empieceis a trabajar holgazanes, preparad la fiesta--- ordenó entusiasmado el rey!
--- ¡Que vivan los novios y que sean muy felices!
Así la princesa María y Juan el trovador se casaron en una gran ceremonia y fiesta inolvidable; cuentan que formaron una familia muy feliz que tuvieron varios hijos, a Johnny el mayor, Mary y el menor William sus hijos.
Por eso, queridos muchachos estudien, descubran y cultiven sus talentos, trabajen por buenas metas, no piensen que sus miras son demasiadas altas, que todo es alcanzable, cuando se hace con honestidad, trabajo y verdad. ¿Cómo sabeis si al final de vuestra aventura estudiantil y laboral, no aparece en tu vida esa princesa o mi dulce amiga tu príncipe azul? Buscad y hallareis, pedid sabiduría al padre y el os dará en abundancia.


FIN
ALGO PARA RECORDAR
Para aquellos que alguna vez gustaron de estas canciones, les regalo un bonito recuerdo.





HOY LA VI
(Cecil Reiman-Chileno)

Hoy la vi
con su mirada serena,
con su sonrisa expresiva
como si tuviera la vida eterna
para seducir la vida.

Se encontraba de pie,
como seduciendo al viento,
con aire segura de sí misma,
como esperando ese momento.

Hoy la vi,
confieso me gustó su andar
como si flotara en el silencio
con ese caminar y caminar,
yo la admiraba muy atento.

Hoy la vi
platicamos de tantas cosas,
de su gustos, de poesía,
de sus cosas, ambiciones
de sus llantos y alegrías.

Hoy la vi,
Como ayer con su mirada
Dándome esa gran confianza
a un lado de mi cama
Cuando desperté de la somnolencia.



SOLO UNA FOTOGRAFIA



(Cecil Reiman Chileno)



La vela que se extingue,


en una vieja palmatoria,


como esa imagen,


que no muere,


que quiere ser historia.


Tan absurda y necia,


como el viejo retrato


de esa fotografía en sepia.


Quisiera tantas cosas


decir en este día,


que me provoca al verla,


ajada y amarilla.


Cuantas veces la tuve,


y le dije que la quería,


la estruje en mi mano,


hasta llegar a las lágrimas.


Pero no me contestaba,


seguía muy quieta y fría,


como la última vez,


de aquella triste despedida,


en que me dejó el recuerdo


de esta vieja fotografía.

Ambos cuentos estan registrados en el libro "El Cuentacuentos"
Registro Intelectual de Chile el12-I-2007)
OTRO BUEN RECUERDO


EL VENDEDOR DE NÚMEROS

Hace muchísimo tiempo en un remoto lugar vivió un pobrísimo labrador con su hijo; un pequeño mozuelo que era muy despierto. Un día su padre sintiéndose viejo y cansado decidió llevarlo a la ciudad para que aprendiera a hacer compras, donde conoció un comerciante que le enseñó cómo hacer cuentas en una forma más segura sin recurrir a los nudos en un cordelito, juntando cereales o con los dedos de las manos, como lo hacía antes; si no con unos dibujitos que él le llamó números. El joven no había recibido lecciones en escuela alguna, ya que no la había como ahora, además su padre decía que era una perdida de tiempo, ya que a él no le había hecho falta. Era tal la impresión que le causaron los dibujitos que empezó a ensayar su método. Pasó un tiempo investigando y como no quedó conforme se dio por vencido.
Cierto día le dijo a su padre que iría a buscar un mago que le enseñara los secretos de esos dibujitos llamados números.
Viajó mucho tiempo buscándolo hasta el día que atravesando una montaña vio a un pobre anciano que pescaba a la orilla de un arroyuelo provisto solo de un palo largo. Decidió acercarse para ayudarlo y le explicó como lo haría él, con una pequeña represa, dejando entrar los peces para luego cerrar la entrada del agua. El anciano le observó incrédulo. Luego hizo una rustica cesta con ramas para atrapar los peces en la ensenada. El anciano agradecido le invitó a compartir su comida.
---“¿Y que le trae por estas tierras muchacho?”--- Preguntó el viejo.
---“Busco a un sabio que me enseñe lo que dicen unos dibujitos que se llaman números buen hombre”
---“Ah muchacho, dura será tu tarea por estas tierras donde hay solo bosques, montañas, mucha soledad y muy poca gente” El joven le explicó la aventura que tuvo que enfrentar hasta llegar allí, atravesando ciudades, países, reinos y ya no sabía donde mas buscar.
---“Porque me has ayudado enseñándome una nueva forma de conseguir mi alimento, yo te diré donde puede estar la persona que buscas”. El hombre le explicó donde debía ir para encontrar a ese mago. Debía llegar al final del bosque, seguir la corriente del río, llegar donde había una pequeña cascada, allí entre los árboles había una vieja cabaña donde vivía un viejo ermitaño, que era la persona que le podía ayudar.
---“Pero debes tener mucho cuidado, ya que no confía en nadie”. Le advertía “No te asuste su mal humor es solo una mascara”. “Solo dile que vas de parte del Arlequín ¡Adiós!” El muchacho prosiguió su marcha perdiéndose entre los árboles.
Paúl después de mucho caminar llegó al lugar señalado por el anciano, donde solo se escuchaba el ruido de las aguas y un viejo perro que le salió a ladrar; en ese momento pudo ver al hombre macizo de cabellos blancos parado a la entrada de la choza, con una enorme escopeta en la mano, quien con tono hosco le preguntó.
--- ¿Qué quieres muchacho?
---“Busco a un alguien que me pueda ayudar”--- gritó asustado el niño. El hombre le replicaba “¡Buscas en la parte equivocada muchacho.
---“Señor, busco a un mago que sabe los secretos de los dibujitos que llaman números.
---“Vete, vete muchacho. Yo no soy ese mago que andas buscando. ¡Ándate!”--- Gritó apuntándole con el arma. El niño asustado retrocedió un poco, pero se acordó de los consejos del anciano pescador.
---“Vengo de parte del “Arlequín”, quiero hablar con usted, me dijeron que fue un mago con los dibujitos que llaman números”--- respondió el visitante. El hombre bajó el arma, le franqueó la puerta y le invitó a entrar.
---“Ah, la boca grande de ese “arlequín” algún día le va a traer muchos problemas.
La historia del ermitaño Fabián era muy triste, llegó a ser el hombre más importante de un poderoso del reino, nada se hacía sin la supervisión de él, tenia una vida muy exitosa, lo tuvo todo, pero un día por las envidias e intrigas palaciegas perdió la confianza del rey, fue despedido y por el agradecimiento de este buen monarca no perdió la cabeza. Fabián, el viejo ermitaño muy triste se quiso olvidar del mundo y se autoexilio en la soledad de este oscuro y lejano bosque.
Desde ese día Fabián el mago y el muchachito se hicieron grandes amigos. Este le fue enseñando poco a poco todos los secretos de las letras y los números.
---“¿Qué son esos dibujitos llamados números?”--- Preguntó el niño.
---“Mira hijo, antes de aprender los secretos de los dibujitos llamado números, deberás saber de otros dibujitos llamados letras. Estos pequeños dibujos llamados letras, solas no te dirán nada, ya que solo son sonidos, pero si las aprendes verás que tienen vida y descubrirás una caja de sorpresa. Entrarás en un mundo bello y maravilloso, te dirán palabras, te comunicarán cosas, te revelaran mensajes, historias y secretos” Le enseñaba con mucha delicadeza para que aprendiera bien.
---“¿Maestro, como pueden estos pequeños dibujos tener vida?”--- Había preguntado el muchachito.
---“Llegado el momento lo entenderás. Mira las palabras son como las semillas que el labrador siembra, si se siembran en terreno fértil darán fruto y sabiduría. Las palabras son también como las estrellas que titilan en el cielo y alumbran la tierra”.
---“¿Y los números maestro, son como las palabras?”--- Acotó el niño.
---“Los números son como una nueva lengua, un idioma; algunos números no tienen valor, pero si tú los juntas aprendes su arte, te abrirán un mundo y tendrás un
un tesoro en tus manos. Estos dibujos son tan, tan importante que son la base de todo estudio y los negocios. Todo lo que te enseñé si lo sabes usar con sabiduría te abrirán las puertas de un nuevo reino. Recuerda que estos pequeños dibujitos llamados números y las palabras no tienen dueños”.
Así este joven hijo de un labrador, pasó algunos años recibiendo toda la enseñanza que le pudo entregar el ermitaño Fabián, hasta el día que meditando las sabias palabras de su maestro se fue por el mundo a vender sus números. Aunque no lo comprendieron, ni quisieron entender lo que este muchachito quería enseñarles; como hacer sus cuentas de una forma más segura. En muchos lugares dijeron que era un tonto, que les quería cambiar sus formas de pensar, en otros lugares le dijeron que empleaba signos extraños y prometieron acusarlo de prácticas satánicas para ser quemado en una hoguera, no le comprendieron y lo expulsaron. Pero él continuó recorriendo el mundo vendiendo sus números.
Un buen día, instalado en la feria de una lejana ciudad de un reino perdido en el mapa, se disponía a vender sus números cuando aparecieron los guardias del rey. El jefe de ellos le gritó.
---“¡Vamos mercachifle, el rey te necesita!”
---“Esperadme un momento, ya les sigo”--- argumentó el muchacho mientras trataba de arreglarse, pero el jefe de los guardias enojado lo tomó violentamente de un brazo y lo arrastró hasta el palacio.
Este reino era gobernado por un poderoso rey con un gran ejército, pero tenía un gran problema, su tesorero real se había enfermado gravemente y no habían encontrado un reemplazante, por esta causa había hecho llamar a este vendedor de números. El gobernante preguntó que debía hacer para saber el número de sus soldados, ya que debía pagar y alimentarlos, el joven meloso le dijo:”Majestad, he sabido que es muy poderoso y que tiene un gran ejercito, primero quiere usted mostrarme su poderío, haciendo que los soldados marchen frente a vuestro palacio” Algo que le gustó al rey. El joven hizo su trabajo de lo que le habían pedido, el monarca admirado le dio el trabajo.
Paúl todo los días daba un largo paseo por los jardines del palacio hasta que un día mientras paseaba encontró a una palomita mensajera caída debajo de una ventana del palacio, tenía una patita herida. Compadecido le limpió la herida, la entablilló con un pedazo de su pañuelo, en el momento que apareció aquella bella doncella reclamándola. Desde ese día Paúl no dejó un momento de pensar en aquella bella joven, que más tarde supo que era la princesa Aura. Desde ese momento fue la única razón por la que soportó vivir alejado de su tierra tantos años. Pero un día la nostalgia lo hizo ir a hablar con monarca para volver a su tierra. Éste muy afligido le pidió que reconsiderara la medida, ya que sería un problema muy grande para sustituirlo.
El rey alarmado llamó a una reunión urgente a sus consejeros y pidió ideas para evitar que el tesorero real les dejara. Cada uno dio una idea. Que deberían acusarlo de espía y detenerlo aquí, otro propuso que diera la orden y lo encerraran en la torre. El último sugirió acusarlo de alta traición y encarcelarlo. El rey enojado les retó.
“¡Déjense de majaderías, cabezas de chorlitos, ustedes no han aprendido nada, ese muchacho sufre mucho, alejado de su tierra, de su gente y yo por gratitud no puedo hacer eso, pensad en algo mejor!” Piensen en algo más cuerdo”--- agregó
Todos los años se celebraba el cumpleaños de la princesa, por tal motivo alguien propuso al monarca que sería la oportunidad ideal para hacer un evento, pero con una prueba de conocimientos con problemas de números y suplir inmediatamente el puesto del tesorero real. Así que le pidieron a los sabios que hicieran las pruebas. Alguien sugirió que sería una bonita oportunidad para solucionar la pedida de mano de la princesa, algo que había pospuesto por varios años y que sería una bonita recompensa, como premio la mano de la princesa. Aquella idea no le gustó mucho al rey, ya que él siempre había pensado en casar a su hija con el príncipe del reino vecino para hacer una alianza, pero aún así firmó inmediatamente la ley, pero con la objeción que participaran nobles y príncipes en la contienda.
Mientras tanto la princesa avisada de la medida tomada por su padre se puso a llorar, porque ella no quería casarse todavía, menos aún con quiénes la cortejaban; pero, no podía hacer nada ya que esto era un problema de estado y conocía las intenciones de su padre. Mientras tanto Paúl, el tesorero real no aguantó más, tomó su morral con sus cosas para marcharse, en el momento que se escuchó la voz del heraldo difundiendo el edicto real.
---“Por orden real, se declaran tres días de fiestas, en que todos los nobles del reino y príncipes de reinos vecinos podrán competir por la mano de la princesa; ella elegirá a su futuro marido”
Paúl que había escuchado el comunicado lloró su mala suerte, porque estaba enamorado de la princesa y ya no podría hacer nada. Se quedó meditando largo rato. ¿Que haría entonces? Hasta que el sueño lo venció, y en un sueño escuchó una vocecita que le decía. “Necio, te dejaras vencer esta vez. Piensa en todo lo que has ganado con tanto sacrificio. Siempre saliste adelante, ¿acaso ahora vas a retroceder? Despertó exaltado, su cuerpo sudaba, se secó la cara, acumuló valor y fue directamente hablar con la princesa. Tartamudeando con un poco de miedo le musitó:
---“¿Alteza, permitidme hablar con usted?” La princesa lo miró sorprendida, ya que ningún súbdito podía hablar con ella directamente, so pena capital.
---“¿Decidme a que viene todo esto, acaso no se iba Usted?“
---“¿Ante quiero saber alteza, si soy digno de participar en el evento?”--- Después de un silencio contestó.
---“Si, porque ha sido el mejor colaborador, tesorero”--- La princesa estaba tan nerviosa como el muchacho.
---“¿Decidme que soy para vos, bella alteza, Decídmelo ante de partir?”--- Ella totalmente avergonzada guardó silencio, ya que no podía le decir nada, ya que aquello no dependía de ella. Todo estaba en manos de su padre. Solo agregó
---“¿No sería mejor que me dijera, porque se quería marchar “tesorero real?”
---“Porque llevo mucho tiempo lejos de casa y de los míos, pero ahora me quedo.”
Mientras que el rey había mandado a su secretario personal a espiar la conversación de los dos jóvenes, le había dicho. “¡Ve y coloca el oído en aquella reunión!”
---“¿Cómo majestad?”
---“¿Cómo va a ser? Coloca una de tus enormes orejotas en la puerta. El hombre aún adormilado salió corriendo hasta el cuarto de la princesa y se instaló a mirar por la mirilla de la puerta. Mientras que en el interior, el tesorero real estaba de rodilla frente a la princesa.
---“Princesa, desde que la vi, por primera vez en el jardín, usted ha sido como la luz de cada día. ¿Cómo poder aspirar a vuestro corazón siendo el hijo de un humilde campesino, sin más instrucción que la habilidad que tengo con los números? Majestad no podré soportar la idea de que se case con otro hombre, por esto estoy a sus pies y no me quisiera marchar”…
---“Tesorero levántese, vaya con confianza donde el rey y pida la autorización para participar en la competencia como un competidor mas. Mi padre de seguro le aceptará” El secretario que estaba afuera se paró y salió corriendo donde el rey, cuando el muchacho acercarse a la puerta. El rey al ver a su secretario muy agitado preguntó.
---“¿Decidme que averiguaste?”
---“Mi majestad, su alteza estaba sentada en la silla y el tesorero estaba de rodillas…”
---“¿Y que pasó hombre?”
---“No. No, no los pude escuchar…”
---“¿Cómo no escuchasteis nada holgazán? ¿A que crees que te mandé, bueno para nada? ¡Vete, o perderé la paciencia contigo!”--- Gritó impaciente el rey.
El joven tesorero real fue inmediatamente a hablar con el rey y con mucha solemnidad se arrodilló. El Monarca le hizo levantar y le preguntó si había pensado en su oferta, este le contestó que si y con mucho respeto venia a solicitar permiso para participar en esa contienda”.
---“¿Cómo, acaso quieres participar? Bueno, te concedo el permiso” --- prometió el rey. El tesorero no lo podía creer y volvió a preguntar. Y el rey agregó. “Os la concederé y pensaremos en el premio si ganas”.
Todo el salón estaba engalanado para tan magnifico evento y todos los participantes preparados en la preselección y para solucionar el primer problema planteado de boca de un heraldo.
---“Diez enanitos que son hermanitos, van bien unidos hasta el infinito” -- La respuestas fueron variadas, que los dedos de las manos, los dedos de los pies, que si las estrellas, y solo cinco participantes llegaron con la respuesta correcta, entre ellos el príncipe del reino vecino, del cual el rey tenía interés que ganara. Un juez dio la segunda pregunta:
----“Cinco es mayor que seis, siete mayor que diez y diez igual a cien ¿Usen la sabiduría para saber que es?”--- De los cinco participantes dos contestaron no saber la respuesta y se retiraron de la contienda, al final quedaron tres participantes que contestaron bien. Los participantes se enfrentaron en la fase final, cuando un juez dio el último problema.
---“El rey tiene un gran problema con el recaudador, ya que las cuentas no le calzaban y lo hizo apresar, pero tiene una duda.
“Tres campesinos pagaron 75 monedas de oro en impuestos al recaudador, cada uno le dio 25 monedas, pero estos pidieron una clemencia al rey por su pobreza, por esto el rey le hizo devolver 25 monedas, para que se les entregara equitativamente. El empleado pensó un momento y luego le devolvió 5 monedas a cada uno y se guardó 10 en su bolsa. El rey investigando el hecho y al no quedar contento con la cuenta busca una respuesta. ¿Si cada campesino pagó 20 monedas de impuestos, el total es de 60 monedas, las 10 monedas que se dejó el empleado real hace un total de 70. ¿Dónde están las 5 monedas que faltan?”
El primer participante un Conde dio su respuesta en un papel, y se fue serio a un rincón del salón, Paúl entregaba la suya, mientras que el viejo Príncipe del reino vecino que pretendía la mano de la princesa, con tono triunfalista entregaba su respuesta mientras que los jueces se retiraron a deliberar. Después de unas horas dieron el veredicto final.
“Paúl, el joven extranjero era el ganador de la contienda, explicando la verdadera operación del problema, que en nada salvaría al recaudador.” El semblante del rey cambió al escuchar los resultados de la contienda y llamó rápidamente a su despacho al ganador del evento. El monarca permaneció mucho tiempo en silencio ante de hablar
---“Te daré el Condado de South Valley como premio y la mano de la doncella que escojáis”--- lo que el joven muy triste rechazó. ¿Qué tenéis tu para sostener a mi hija, ella merece un príncipe?” Pero el joven seguía firme en su negativa, lo que hizo enfurecer al rey que partió refunfuñando por su mala idea de autorizar al muchacho en participar en ese evento. Uno de sus consejeros le habló al oído que era una mala señal, para la corte; mientras que la princesa le decía: “Padre, Usted hizo una promesa debe cumplirla. Mientras otro consejero le daba su opinión. “Majestad, Usted firmó una ley y tiene que cumplirla o el pueblo hablará mal de usted” El rey pensativo hizo el último intento por revertir la situación.
---“Te daré la mitad de mi reino”. Pero el muchacho dijo no. Le debía dar el premio que había ganado en buena lid y que era la mano de la princesa. Le costo mucho tiempo al rey aceptar su derrota y haber perdido, al final le contestó que fuera a preguntarle a la princesa. Este muy nervioso se arrodilló.
---“Majestad, Princesa Aura, estoy nuevamente a sus pies, solicitando una respuesta a mi pregunta”.
---“¿Cuál pregunta tesorero?”
---“¿Qué soy para usted mi bella princesa?”
---“Levantaos Paúl, mi corazón ya os dio la respuesta, ya que este corazón le pertenece desde que le vi por primera vez en el jardín”--- Los dos jóvenes se fundieron en un gran abrazo. El rey olvidando el protocolo se acercó a la pareja y les abrazó.
---“¡¡Hurra, entonces que viva la fiesta, toquen las campanas, llamad a la princesa, divulguen la buena nueva!! ¡La princesa ya ha escogido a su futuro marido!”.
Así, el vendedor de números y la princesa Aura se casaron y los festejos duraron varios días, pero el amor para siempre.



F I N

Moraleja: La sabiduría es un don que nos da abundantemente Dios. También se cultiva en las aulas con las enseñanzas de tus maestros
.