Hace muchísimo tiempo en un reino muy lejano vivió un labrador con su familia; él en su juventud había sido músico en el castillo donde conoció a su bella esposa que era doncella de la reina, se casaron y tuvieron un hermoso niño. El rey les regaló un extenso terreno en un hermoso valle, donde vivieron felices por más de diez años; pero, su joven esposa enfermó gravemente y aún con los cuidados de su esposo falleció. El labrador con una gran pena en el alma solo encontraba consuelo en su viejo violín que tocaba en la soledad del campo, hasta el día en que decidió dedicar ese tiempo en ayudar a su hijo. Sabía que su pequeño había nacido con un precioso don, su oído. Le aconsejó que la música era el mejor remedio para cualquier enfermedad y le prometió que un día lo llevaría donde su maestro para que terminara su labor y le cantaba esta bonita canción.>--
“Ven mi niño querido,
no quiero verte llorar,
seca esas tristes gotitas
que bajan a tu cara perlar.
Piensa siempre, que eres mi hijo,
nunca creas, que nada podrás,
Mira esas lejanas estrellas;
que algún día tu las alcanzaras”--
Eran tiempos en que no había escuelas, la educación era impartida en templos y los padres que no tenían esa posibilidad colocaban a sus hijos en talleres para que aprendieran algunos oficios, como orfebres, pintores, artesanos o músicos. Pedro tenía otro propósito para el destino de su hijo, por eso pasó muchos años enseñándole la ejecución del violín, hasta que decidió llevarlo a la tutoría del director de la orquesta real. El maestro después de la sorpresa de verlo, preguntó el motivo de la visita. Pedro muy nervioso le presentó a su hijo comentando que tocaba muy bien el violín, que tenía una preciosa voz y que sería un buen componente de la orquesta real. El maestro lamentó no tener puesto disponible para el muchachito, pero le pidió que lo dejara al servicio real.“Ven mi niño querido,
no quiero verte llorar,
seca esas tristes gotitas
que bajan a tu cara perlar.
Piensa siempre, que eres mi hijo,
nunca creas, que nada podrás,
Mira esas lejanas estrellas;
que algún día tu las alcanzaras”--
Juan fue llevado a servir a la mesa principal, el matrimonio real de inmediato se fijó en él; también no le fue indiferente a la princesita que no dejó de mirarle. El nuevo sirviente realizaba sus tareas en silencio, sonriente, con mucha actitud. Pero quién no miró con buenos ojos la popularidad de su ayudante fue el mayordomo, que desde ese momento le mandó a vigilar, empezó a agregarle tareas mas sucias y reprocharle duramente por cada uno de sus pequeños errores.
Un día Juan encontró por casualidad la sala de los instrumentos y desde aquel día se quedaba a tocar ese hermoso violín al final de su jornada diaria.Todos los habitantes del castillo esperaban la misteriosa serenata al atardecer, también la princesita se quedaba en su ventana.
Un día, el mayordomo informado por sus espías de los pasos del nuevo sirviente, muy enojado fue a la sala llevándole violentamente donde el maestre de sala.
---¡He encontrado a este ladronzuelo robando un violín, señor! ¡Es un ladrón y debeis expulsadlo!— Advirtió enojado el mayordomo. El maestre que le tenía una gran simpatía al pequeño y no estaba de acuerdo con el trato del mayordomo a este incidente que con actitud agresiva acusaba al niño. Mientras el pequeño replicaba.”¡No señor, no soy un ladrón! El músico con mucha paciencia pidió que se le diera una nueva oportunidad. Después de una larga discusión el maestre cedió ante la insólita acusación del mayordomo, pero antes pidió conciliador que se le diera una compensación de diez monedas de oro por los servicios prestados.
El mayordomo refunfuñando llevó a la puerta de servicio al aprendiz. “¡Mire que diez monedas por servicios prestados! ¿Qué servicios prestados?
¡¡ Yo no soy un ladrón!!--- gritaba el muchacho
--- ¡¡Cállate!! ¡Ya me he desecho de ti, ladronzuelo, ahora espero no volver a ver tu cara por aquí!
--- ¿Pero y las monedas de mi sueldo?--- Reclamó el mozuelo.
--- ¡Aquí teneis estas dos monedas las que no te mereceis!- Lanzándole con desprecio dos monedas de oro al suelo. El adolescente muy afligido se alejó del castillo llorando. Caminó sin rumbo por las calles mirando el comercio y la variedad de talleres que había en la ciudad, hasta descubrir un lutier que confeccionaba un violín. El artesano al ver la admiración del niño le pasó el instrumento.
--- ¿Qué pasa muchacho, la sabes tocar? Al que el muchachito tocó magistralmente.
--- ¿De dónde ereis muchacho, ya que yo no te había visto antes?
--- De una tierra lejana, milord
--- Teneis un gran talento en tus manos, eres un buen músico, no lo desperdiceis, sigue cultivándolo--- acotó el artesano. El niño agradeció el halago. Luego preguntó ----“¿Son muy caros estos instrumentos, señor? Mostrándole sus dos reluciente monedas de oro en la plama de su pequeña mano. El hombre contesto que hacían falta más monedas para pagar ese fino artilugio. El niño muy triste, desilusionado y cabizbajo prosiguió su camino, mientras el hombre admirado le hizo volver.--- “¡Muchacho, vuelve, el violín es tuyo, ya le he bajado el precio, te hará falta para cultivar ese talento que teneis y para que te ganeis la vida!”--- le dio el instrumento que el chiquillo agradeció efusivamente.
Juan muy contento se dirigió a sentarse en la pileta de las flores, donde la gente solía reunirse o ir a beber agua. Allí muy emocionado se puso a tocar, sin notar que la gente se iba congregando a su alrededor; al final, al escuchar los aplausos y el sonido de las monedas que caían a sus pies vino a darse cuenta del valor de lo que tenía en sus manos. Ya no volvería a su casa derrotado; ahora quería mostrar su talento, viajar, presentarse en otros pueblos.
Un tiempo después en el palacio, una extraña enfermedad había atacado a la princesa, quien permanecía llorando en su recamara con su mirada clavada en la ventana. El rey muy afligido llamó a los mejores médicos del reino, pero todos tenían la misma respuesta, no había cura para tan extraña enfermedad. Llegaron astrólogos, curanderos y adivinos, pero nada lograron; la princesita se moría. El rey hizo un desesperado llamado para salvar a su hija y ofreció una importante recompensa a quien tuviera el remedio para su enfermedad. Pero cansado de tanta superchería dicto una ley, que quien viniera a mentir se le cortaría la cabeza. Así los heraldos del rey fueron divulgando la noticia a través del reino.
El Juglarcito después haber viajado mucho tiempo, en la plaza de una alejada ciudad escuchó de un heraldo real la triste noticia de la enfermedad de la princesita y del urgente llamado del rey, le dolió profundamente; pero, el recuerdo de la mala experiencia de su paso por el palacio le hizo vacilar. Solo el recuerdo de las palabras de su padre le hizo meditar: “Recuerda, la música es el remedio para cualquier enfermedad”. Con el dolor de su corazón dio marcha atrás y viajó al palacio.
Después de una caminata de seis días llegó frente al castillo. El guardia le gritó desde la torre.
--- ¿Quién va?
--- ¡¡Juan, el juglar!!
--- ¿Juan, el juglar? ¿Y a que venís?--- replicó burlón el guardia
--- ¡Traigo el remedio para la princesa!
--- ¡Ja, ja, ja, Remedio para la princesa! ¡Ya son muchos los locos que han venido con la misma cantinela!--- Gritó desde lo alto. Luego se abrió la gran puerta, los sirvientes salieron a saludarle a su paso y detrás de ellos salió el mayordomo.
--- ¿A qué venís ladronzuelo, no te dije que no quería verte más?--- Advirtió prepotente.
--- Traigo el remedio para la princesa--- contestó sereno el trovador.
--- ¡Otro más! Yo creo que esto te va a enseñar, cuando te corten la cabeza--- agregó burlón.
Un guardia aconsejado por el mayordomo llevó a Juan a una sala de espera donde debió permanecer largo tiempo; aburrido, en un momento tomó su violín y se puso a tocar una bella melodía. Fue tan bello que todo el mundo salió de sus habitaciones a escuchar la melodía fantasma. La princesa que yacía enferma en su recamara se levantó de inmediato al escuchar ese sonido maravilloso y fue al salón, donde se quedó extasiada viendo la ejecución del misterioso juglar. El rey y la reina fueron también testigos del milagro.
El rey no paraba de agradecer al pequeño músico, mientras le preguntaba, que quien era, de donde venía.
-- ¡Juan, un antiguo criado de palacio, hijo de Pedro el músico majestad!— Explicó el niño nervioso.
--- ¡Gracias, muchas gracias! ¿Qué queréis mancebo que te dé como recompensa?--- Pregunto el monarca. Pero el juglar contesto que nada, "solo servir a su majestad de la mejor forma que sabía". “Muchacho, acércate ¿Dijisteis que fuisteis un criado?--- Interrogó el monarca.
--- Si majestad. En eso llegó presuroso el maestre de sala.
--- Majestad, Majestad, él es hijo de Pedro el antiguo músico, el lo trajo un día a mi cuidado, pero fue acusado por el mayordomo del robo de un instrumento.
--- ¿Decidme muchacho robasteis el violín?
--- No majestad, yo entraba a esa sala solo a tocarlo, lo hacía al termino de mis tareas sin permiso por supuesto, pero el mayordomo al descubrirme me acusó sin escucharme señor…
--- Prosigue muchacho--- pidió el rey.
--- Me echó, me trató como a un vulgar ladrón a pesar de mi inocencia; luego me lanzó las dos monedas con las que compré este instrumento--- prosiguió su relato el juglar agregando pormenores de su aventura en el reino. El maestre que escuchaba intervino:
--- Majestad permitidme, el mayordomo me dijo que le había entregado las diez monedas que yo le había pedido que le diera, esto lo tengo que aclarar--- El rey indignado mandó inmediatamente llamar al mayordomo, quien muy asustado custodiado por dos guardias llegó a arrodillarse llorando frente al rey.
--- ¡Perdonadme, majestad yo, yo, yo estaba celoso del éxito del recién llegado, que había alcanzado la admiración de su majestades! ¿Porqué él y no yo, que llevaba más tiempo en el servicio? Por eso lo empecé a odiar; le empecé a dar las tareas más duras, para que se aburriera y se fuera, pero él las ejecutaba sin reclamar. Yo quería que lo echaran.
--- ¿Y qué hicisteis con las monedas?
--- ¡Las monedas las tengo guardadas!
--- Te condeno a cinco años por mentiroso, ladrón y espero que devuelvas las monedas a este muchacho!--- Sentenció el monarca. El hombre reptando se acercó a donde estaba la princesa.
--- ¡No, no majestad, ayudadme princesa, yo lo hice por amor, ya que estoy enamorado de usted desde que llegué al palacio!—gimió escandalosamente, contando así con el rechazo de la joven. El juglarcito sintió mucha lástima por su antiguo jefe, pidió clemencia y un castigo menos severo, ya que por tener la osadía de hablarle así a la princesa le pudo haber costado la vida.
Ese día hubo una gran fiesta en el palacio para celebrar ese gran acontecimiento, ya que la princesa se había sanado.
Juan tenia mucha habilidad para interpretar el violín, también una bella voz la que del primer momento cautivó a la audiencia de la fiesta. La princesa que no tuvo oídos más que para la música, aún cuando bailó con algunos invitados su mente estaba muy lejos de allí y su mirada fija en un punto del salón.
El tiempo fue pasando y todo volvió a la normalidad en el castillo; mientras el monarca cansado de sus labores diarias llamó a la princesita para saber la evolución de su salud. Pero había otra causa más poderosa, el rey había recibido la petición de la mano de su hija por el viejo príncipe del reino vecino con quien pretendia una alianza.
--- ¿Hija, cómo estaís?--- preguntó el monarca.
--- Bien padre--- musitó la princesa.
--- ¿Bien, bien. No quereis contarme algo?
--- ¿Como de que padre?
--- ¿Porqué he recibido pedidos de tu mano de príncipes de reinos vecinos y quisiera saber tu parecer?--- comentó el rey
--- Padre, tú conoceis mi respuesta. ¿Tu no seriais capaz de hacerme infeliz?--- Protestó desesperada la princesa.
--- No, no, por supuesto que no hija, respetaré tú decisión. Pero hija, tu sabes que ya soy un hombre cansado y me gustaría tener alguien de confianza a quién delegar tareas y que mejor que tu esposo--- confesó.
--- Tus ereis un ángel de sabiduría padre, solo pido tiempo--- Luego se prendió de su cuello y le estampó un beso en la mejilla.
--- ¿Puedo saber el nombre de tu enamorado, entonces? Preguntó mientras la princesa salía.
El trovador recibió ese día un extraño llamado a una entrevista con el rey.
--- ¿Alguna novedad trovador?
--- No ninguna majestad, solo que sería completa mi felicidad, si, si estuviera mi padre a mi lado--- confidenció el joven.
--- Concedido, yo me he tomado la libertad y ya le traen a palacio. ¿Nada más maestre?--- preguntó.
--- Nada más majestad—contestó mientras se retiraba vio la inconfundible figura de su padre que venía a abrazarle. Tenía tantos deseos de contarle sobre sus aventuras y logros.
Años más tarde el rey aburrido de la dilatación de una respuesta de parte de la princesita, un día decidió reunir a sus consejeros para buscar la mejor idea para apurar esa decisión; aunque, el había dado su palabra, pero no estaba demás un empujoncito. Así que llamó a su secretario personal e idearon hacer una fiesta.
Al otro día, en el salón principal, habían llegado varios misteriosos invitados. La princesa muy nerviosa corrió hacía su padre.
--- Recuerda que tú me hicisteis una promesa, me lo prometisteis padre, no creo que vayas a hacer algún arreglo--- reclamó la princesa.
--- Espera hija, espera--- reclamó el rey, cuando ella corría fuera del salón. Dio la orden para que empezara la fiesta, mas el joven juglar estaba ausente. Miró a sus consejeros y ordenó buscarlo.
Mientras afuera del salón el joven músico conversaba con la princesa.
--- Decidle a mi padre que no haga arreglos con ningún príncipe, ya que yo no les amo. Ayudadme ¿Acaso tu me puedes entender lo que es estar enamorado? ¿Te has enamorado alguna vez?--- gimió un poco molesta la princesa.
--- Si majestad, yo por primera vez estoy enamorado y entiendo tu problema, ¿pero me escuchará el rey?…
--- Si, ya que gracias a ti ya no hay enfermedad--- agregó la joven. Mientras un poco sorprendida y molesta le pidió aclarar lo dicho al juglar.
--- No, pero le diré majestad, que ella es la mujer más bella que pisa la tierra, que donde pisan sus pies solo crecen rosas bellas--- habló con tanta devoción que la princesa enojada llorando se fue a su dormitorio.
Un guardia llevó de vuelta al músico al salón, que muy preocupado empezaba a tocar, la más bella y triste tonada. En un momento se silenció la música y el juglarcito se acercó donde el rey.
--- ¿Permitidme majestad?
--- ¿Que pasa trovador?
--- Majestad, la princesa se siente muy mal ya que la queréis obligar a que acepte a un desconocido, sin amar a ninguno de ellos--- agregó nervioso.
--- ¿Y cómo lo sabeis tú? ¿Acaso te dijo a ti de quién está enamorada?
--- No, majestad…
--- ¿Y tu, trovador?--- volvió a preguntar el rey
--- Majestad, quiero confesarle que por primera vez estoy enamorado…
--- ¿Dadme el nombre de esa mujer?
--- Majestad, ella es la mujer más maravillosa que pisa la tierra--- habló con mucha solemnidad.
--- Decídmelo hombre...
--- Es que no puedo Señor, como caballero no debo hacer esto...
--- ¿Si es una orden de tu rey?
--- Bueno, perdonadme majestad es, es una insolencia de mi parte que siendo un humilde plebeyo, hijo de un labrador y músico, pero, tengo que confesarle que amo a la princesa María, aunque ya no valga la pena--- admitió el juglarcillo. El rostro del rey cambió y con tono grave ordenó.
--- Mirad, ve a buscar a la princesa y luego hablaremos.
Mientras la princesa yacía sobre su cama llorando cuando escucho el llamado a la puerta. Se limpió las lágrimas y se enderezó.
--- ¿Quién?
--- Juan, el juglar...
--- Pasad buen Juan...El joven le comentó que el rey requería su presencia, pero ella se negaba dando una escusa de no sentirse bien. Juan replico “Princesa, le he dicho lo que me explicasteis y me dijo que no le obligara a nada.--- La princesa se levantó y se fueron al salón.
--- ¿Tu me dijisteis que estabais enamorado trovador y como se llama la palurda esa?--- Habló con tono de enojo.
--- ¡María!
--- ¿Como Igual que yo?
--- ¿Debe ser muy bonita?
--- Si, la más bonita de la tierra…
--- Que feliz estará ella al saber que UD la quiere...
--- No, no lo sabe aún, a lo mejor será otro el elegido de su corazón…
--- Entonces, vaya y dígaselo que pierde… El muchacho puso rodilla en tierra.
--- Princesa María, no tendré que ir lejos, perdone mi insolencia, pero no aguanto más, usted, usted es la elegida de mi corazón--- La cara de la princesa se iluminó de alegría y olvidando todo protocolo se lanzó a los brazos del maestre Juan en medio del salón.
En ese momento el maestre hacía un anuncio real.
---“Por orden de su majestad el rey... se nombra a Juan el juglar como el nuevo Maestre real, ya que yo vuestro director se jubila”. Después del anuncio real vinieron las felicitaciones. El joven emocionado se acercó a agradecerle al rey.
--- Majestad, yo, yo...--- balbuceaba el juglarcillo.
--- Tu has sido muy importante dentro de la armonía de este reino muchacho, por eso te pido que busques un reemplazante dentro de los músicos, ya que tendreis tareas más importantes mi querido “Conde”--- El juglar se quedó paralizado de emoción.
El día de la investidura todo el castillo estaba totalmente engalanado, la familia real imponente, la Princesa radiante junto a quién sería investido Conde y todo el mundo quería ver a la nueva pareja y al momento de quedar sellado el edicto real.
---- Conde mis felicitaciones, bienvenido a la familia real--- los abrazos que sellaron la ley.
--- Gracias majestad...--- Quiso articular palabras pero el rey se lo impidió nuevamente
--- ¡Preparad los esponsales, ya es hora que empieceis a trabajar holgazanes, preparad la fiesta--- ordenó entusiasmado el rey!
--- ¡Que vivan los novios y que sean muy felices!
Así la princesa María y Juan el trovador se casaron en una gran ceremonia y fiesta inolvidable; cuentan que formaron una familia muy feliz que tuvieron varios hijos, a Johnny el mayor, Mary y el menor William sus hijos.
Por eso, queridos muchachos estudien, descubran y cultiven sus talentos, trabajen por buenas metas, no piensen que sus miras son demasiadas altas, que todo es alcanzable, cuando se hace con honestidad, trabajo y verdad. ¿Cómo sabeis si al final de vuestra aventura estudiantil y laboral, no aparece en tu vida esa princesa o mi dulce amiga tu príncipe azul? Buscad y hallareis, pedid sabiduría al padre y el os dará en abundancia.
FIN
ALGO PARA RECORDAR
Para aquellos que alguna vez gustaron de estas canciones, les regalo un bonito recuerdo.
HOY LA VI
(Cecil Reiman-Chileno)
Hoy la vi
con su mirada serena,
con su sonrisa expresiva
como si tuviera la vida eterna
para seducir la vida.
Se encontraba de pie,
como seduciendo al viento,
con aire segura de sí misma,
como esperando ese momento.
Hoy la vi,
confieso me gustó su andar
como si flotara en el silencio
con ese caminar y caminar,
yo la admiraba muy atento.
Hoy la vi
platicamos de tantas cosas,
de su gustos, de poesía,
de sus cosas, ambiciones
de sus llantos y alegrías.
Hoy la vi,
Como ayer con su mirada
Dándome esa gran confianza
a un lado de mi cama
Cuando desperté de la somnolencia.
SOLO UNA FOTOGRAFIA
(Cecil Reiman Chileno)
La vela que se extingue,
en una vieja palmatoria,
como esa imagen,
que no muere,
que quiere ser historia.
Tan absurda y necia,
como el viejo retrato
de esa fotografía en sepia.
Quisiera tantas cosas
decir en este día,
que me provoca al verla,
ajada y amarilla.
Cuantas veces la tuve,
y le dije que la quería,
la estruje en mi mano,
hasta llegar a las lágrimas.
Pero no me contestaba,
seguía muy quieta y fría,
como la última vez,
de aquella triste despedida,
en que me dejó el recuerdo
de esta vieja fotografía.
Ambos cuentos estan registrados en el libro "El Cuentacuentos"
Registro Intelectual de Chile el12-I-2007)
OTRO BUEN RECUERDO